lunes, 28 de julio de 2008

Acerca de la realidad

La retina humana sólo tiene conos (neuronas sensibles al color) en un pequeño radio alrededor de su centro, cubriendo un ángulo de poco más que la extensión de nuestra mano abierta con el brazo extendido. Sin embargo, creemos ser capaces de "ver" toda la escena alrededor nuestra en color instantáneamente; es una soberbia reconstrucción por parte de nuestra circuitería neuronal, a un nivel totalmente inconsciente. Además, no hay que olvidar que nuestros colores sólo se corresponden a un ínfimo rango del espectro electromagnético, por lo que hay detalles, diferencias, que nunca veremos directamente. No vemos la temperatura de los objetos (algunas serpientes pueden, y algunos insectos también), y muchos pigmentos de las flores nos son indiferentes porque sólo absorven luz ultravioleta. No nos podemos atrever a decir que vemos la realidad, y con respecto a los otros sentidos, también estamos muy limitados.

Sin embargo, pienso que estas limitaciones de rango (espectral, de intensidad, de escala) son las menores limitaciones que tiene el hombre para percibir la realidad. Y es que el hombre—y la mujer también, porque aquí estoy usando "hombre" como especie—tiende a humanimizar todo cuanto le rodea, y más. ¿Que qué es humanimizar? Pues es el mallor herror, y el más fáscil de cometer, de cuantos se cometen (aunque también podríamos considerar que es el único, por lo que esos dos récords no tendrían mucho mérito). Humanimizar es—a partir de ahora—proyectar cualidades, de origen puramente humano, sobre algo. Es un acto totalmente inconsciente y constante (al igual que la reconstrucción del color de la escena visual que mencioné al principio), que seguramente tenga alguna ventaja evolutiva y tal... pero que también es el responsable de las mayores atrocidades que se han cometido nunca y de las que aún no se han cometido y sin duda se cometerán. Ahora parece—o no, pero es cierto...—que estamos hablando de algo serio.

Permítaseme una pregunta: ¿En el periodo jurásico, había plantas? Yo soy de la opinión de que no las había, y explicaré por qué: No había personas; y las plantas sin personas, no existen. La dificultad de entender este razonamiento radica en arrancar la ontología de la cosa "verde" (que es un color que tampoco existía por aquel entonces, pero no quiero ser demasiado recursivo) que comían los "brontosaurios" (...), de aquella cosa en sí. Es difícil desprenderse del concepto, pero hay que ser capaces de entender que, hasta que no existieron personas con capacidad de poner límites, formas y nombres a las cosas, las plantas (o los brontosaurios) no existieron. Realmente no existieron hasta ese momento, insisto. Si quitamos al hombre del universo (moviéndonos imaginariamente hacia el pasado o el futuro, o tirando una Tzar Bomba en cada continente habitado del planeta) lo que queda es algo, si nos referimos concretamente al caso de la "planta", que no tiene ni una sola de las cualidades que tan intuitivamente les atribuímos, ya que no hay quien sostenga tales cualidades, al extremo de no poder existir como nosotros lo comprendemos ahora, porque ni siquiera tendría límites definidos (que digan donde empieza y termina el objeto) o forma (que clasifique y diferencie una clase o nombre para el objeto).

La diferenciación de la "planta" respecto al "suelo" o al Universo es totalmente arbitraria, humanamente comprensible pero nunca extrapolable a la realidad. Ya no es sólo cuestión de que alguien pudiera consierar eso que llamamos "planta" como "tierra viva que se eleva verticalmente con el pasar del tiempo", sin diferenciarlo del suelo o del planeta, es realmente que cualquier conceptualización de cualquier cosa que esté en nuestra mente es exclusivamente nuestra (desde dioses hasta canicas), y no tiene ningún tipo de independencia más allá de nosotros. Pero esto es muy difícil de "ver". Una prueba obvia de ello es que el hombre suele hacer ciertas preguntas que considera como de extrema importancia, y que, en mi opinión, son de lo más estúpido: «¿Qué sentido tiene nuestra existencia, o la existencia de cualquier otra cosa (la bendita planta, por ejemplo)? ¿Por qué estamos aquí?».

Resulta que, ante estas cuestiones, hay mucho que decir y nada que responder. Primero está dudar de la existencia del "sentido", "razón" o "por qué" más allá de lo humano, lo cultural. Dentro de nuestro sub-mundo mental colectivo, las cosas pueden muy bien tener una razón para existir (como el Chiki-Chiki—perrea! perrea!), pero buscar esas razones "desde fuera" puede ser un error. Fuera de nuestra querida humanidad, no existe el concepto de "razón", ni el lenguaje en el que expresarla, ni sujeto que sujete tal "razón"—curioso juego de palabras... Realmente ni siquiera "sucede" algo, pues "suceder" implica una diferenciación entre instantes del tiempo y del espacio que es totalmente arbitraria (humana), por lo que fuera nuestra no se necesita razón alguna. Segundo está dudar sobre del objeto de estas preguntas, ¿sobre qué "nosotros" o "yo" se pregunta el por qué de su existencia?. Pero este segundo punto es profundo de tratar, y lo dejaré para otra entrada del blog.

Y es que la realidad es simplemente como es, no como nosotros imaginemos que sea. Hay algo que me encanta de cómo la física moderna (la relatividad y la mecánica cuántica) nos enseña sobre la realidad, y es que consigue que el hombre se estrelle contra sus propias "mentiras" y limitaciones: Un fotón—retomando el ejemplo de nuestra visión—es algo que, sin tener masa en reposo, y sin poderse detener, acelerar o ralentizar, es a la vez algo que puede asemejarse a una bolita que impacta en un punto exacto contra una pantalla (o nuestra retina) y algo que puede asemejarse a una onda que se hace interferencias tras pasar de manera fluida y simultánea por dos rendijas en un obstáculo. Además, no podría "percibir" ni el tiempo ni la distancia, ya que un fotón tarda (para él) nada en llegar a todos los lugares. Es un objeto (o fenómeno) tan extraordinariamente "raro", o con un comportamiento tan chocante o incomprensible que resulta... totalmente inimaginable. Pero yo digo: ¡Por supuesto que nos es inimaginable! ¡Todo lo real es inimaginable!

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