domingo, 1 de febrero de 2009

Acerca de la felicidad

Durante la Navidad y la entrada del año nuevo hemos deseado felicidad a muchas personas. Algunas son familiares o amigos, otras simplemente conocidos, y otras ni eso. Algunas veces se dice, otras se escribe, otras se simplemente se piensa... pero, ¿realmente se sabe qué es lo que se está haciendo? ¿Qué es eso que le deseamos a los demás o para nosotros mismos? "Felicidad" no es un término fácil de definir; copiemos de cualquier otra página algunas definiciones ilustres:

«La felicidad consiste principalmente en conformarse con la suerte; es querer ser lo que uno es.»
Erasmo de Rotterdam

«El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.»
Oscar Wilde

«El hombre más feliz del mundo es aquel que sepa reconocer los méritos de los demás y pueda alegrarse del bien ajeno como si fuera propio.» 
Johann Wolfgang Goethe

«Esperar una felicidad demasiado grande es un obstáculo para la felicidad.» 
Fontenelle

«No está la felicidad en vivir, sino en saber vivir.» 
Diego de Saavedra Fajardo

«Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad.» 
Pearl S. Buck

«Ningún hombre es feliz a menos que crea serlo.» 
Publio Sirio

«Felicidad es el sueño del amor y tristeza su despertar.» 
Madame Basta

«La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación.» 
Immanuel Kant

«Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace.» 
Jean Paul Sartre

«La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.» 
Benjamin Franklin

«La felicidad no está en la ciencia, sino en la adquisición de la ciencia.» 
Edgar Allan Poe

«La felicidad para mi consiste en gozar de buena salud, en dormir sin miedo y despertarme sin angustia.» 
Françoise Sagan

«La felicidad siempre viaja de incógnito. Sólo después que ha pasado, sabemos de ella.» 
Anónimo

«Con frecuencia, algunos buscan la felicidad como se buscan los lentes cuando se tienen sobre la nariz.» 
Gustavo Dorz

«La felicidad no es algo que se experimenta sino algo que se recuerda.» 
G. Tohre

«El hombre más feliz es el que hace la felicidad del mayor número de sus semejantes.» 
Denis Diderot

«No hay deber que descuidemos tanto como el deber de ser felices.» 
Robert Louis Stevenson

«El querer lo es todo en la vida. Si queréis ser felices lo seréis. Es la voluntad la que transporta las montañas.» 
Alfred Victor

«El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás.» 
Aldous Huxley

«No soy feliz, ni falta que me hace.» 
Albert Einstein

Algunas de estas definiciones me parecen acertadas pero, no con todas estoy tan de acuerdo. En cualquier caso, hay definiciones mucho peores... como la que da la Real Academia Española: «1. f. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.» —¡Toma ya! ¿Alguien dudaba después de leer mi anterior entrada que el accidente de la forma del lenguaje condiciona profundamente nuestra manera de pensar? Reconozco que la Real Academia Española refleja el real estado del uso actual del lenguaje, no es responsable de nada, pero, así nos va... En el Merriam-Webster "happiness" se relaciona con "joy", y éste de nuevo con la posesión, aunque al menos no es tan explícito y se dan más opciones.

Es de aceptación general (creo) que "felicidad" no es simplemente una emoción, sino más bien un estado consistente en "vivir bien" (que termina siendo recursivo), aunque también se suele reducir a "placer"—"SEXOO!!" estais pensando, a que sí, ¿eh, pillines? "PODERR!!" "DINEROO!!" "DROGASS!!" "FUTBOOL!!" "COTILLEOOS!!!" No falta el economista, que ve la felicidad como la zanahoria del burro—sí, lo que según alguna fábula se le pone por delante para que ande, eso es... pero termina midiéndola como el PIB. Para que el que sea americano sea más feliz debe, además, ser republicano. El estadista dice que ser español, o ingés, alemán, colombiano u omaní es preferible a ser francés, portugués, argentino, chino o japonés; pero es peor que ser canadiense, escandinavo, suizo o costarricense. Si eres ruso, pakistaní o africano, pues estás jodido. Mientras, el científico descubre que al final depende de los genes.

Es curioso observar la evolución en occidente de lo que se considera en cada época como necesario para acceder a la felicidad. En la gloriosa Grecia, Sócrates recomendaba conocerse a uno mismo, Platón comprender la esencia de las cosas, Aristóteles cultivar la areté. Los estoicos, más simplones, recomendaban ser objetivos y razonables. Luego la Cristiandad aplazaría la verdadera felicidad hasta después de la muerte, y la Ilustración la rescataría para el éxito individual. En medio de la instrumentación cuantitativa del utilitarismo, los románticos revindicaban las emociones y el amor. Freud psicoanalizaba el tema en base a oscuras motivaciones subconscientes, y los existencialistas la consideraban un mito (para bien o para mal). Luego salieron cienes y cienes de libritos de auto-ayuda y sistemas para ser felices.—Mmm, los lectores astutos seguro habrán notado ya que estoy omitiendo algo...

[Banda sonora dramática con cuerdas, timbales y arpa; narra Constantino Romero]
...Profundamente impresionado al contemplar por casualidad el sufrimiento humano, del cual había sido celosamente protegido durante toda su juventud, Siddhartha Gautama renunció a su vida palaciega, y vagó por los mundos meditando el tema. Por fin, tras varios años de intensa búsqueda, una noxe estrellada, sentado bajo un árbol llegó a la conclusión que marcaría el resto de su vida, y el destino de medio oriente: [leve suspense] «El sufrimiento surge de la ignorancia» [Silencio] A partir de entonces se le conoció como El Buda. [Gran final con cuerdas, trompas, etc...] —¿Ignorancia? Pero si precisamente nosotros tenemos a la ignorancia como felicidad... ¿No es mejor muchas veces no enterarse de lo que está pasando? —Supongo que la gracia estará en qué es lo que ignoramos.

En mi opinión, lo que nos ha llegado del budismo a los occidentales es tan críptico que resulta prácticamente incomprensible. Es ya de por sí un tema bastante difícil, muy abstracto, pero mucho más por estar mal traducido o expresado de una manera inapropiada para nuestra mentalidad actual. Eso de estar originalmente escrito en sánscrito o en pali tampoco ayuda mucho, y el chino posterior tampoco nos ayuda; además, los sutras están dispersos y son en volumen como cientos de biblias. Si a eso sumamos nuestra superficialidad innata, al final sólo tenemos una masa deforme de prejuicios inútiles, estereotipos estúpidos y mitos acerca del budismo. Pero, ¿a qué se refería Buda? ¿Qué es lo que hay que saber, o no ignorar, para ser felices? —Básicamente se refería a no engañarnos a nosotros mismos.

La ignorancia en el budismo recibe un tratamiento sorprendentemente técnico y estructurado, que no me interesa replicar aquí. Los principales engaños son los que he intentado diluir en anteriores entradas del blog: Las divisiones que hacemos a la realidad son arbitrarias e impermanentes, incluyéndonos como tales. Sin embargo, ¿en qué modo puede el saberlo ayudarnos a ser felices? ¿Es realmente la ignorancia de sunyata (vacuidad sustancial, o arbitrariedad, como yo le estoy llamando aquí) la fuente de nuestras desdichas? ¿De qué vamos por la vida, a la deriva? En verdad es muy simple: No necesitamos nada.

Cualquier sentimiento de necesidad es artificial e innecesario. Todos los instintos son mecanismos afinados por evolución para que la vida continúe, no para que nosotros como egos egóticos continuemos; es muy importante comprender esto. También hay que comprender que el eco del instinto llega muy lejos, y muy distorsionado. Juzgamos sólo por simplificar, creamos expectativas pensando que lo/s demás está/n para servirnos de algo, pensando que debemos poder controlar la situación y nuestra vida (incluso las de los demás), imaginamos historias en un intento totalmente absurdo de prever, y acaparamos con miedo de perder un valor que sólo nosotros damos a las cosas. Pero una simplificación no debe considerarse sentencia, cualquier expectativa es una papeleta para que te toque una desilusión, no controlamos una mierda de lo que sucede en nuestras vidas (hay catástrofes naturales, errores humanos, y muchísimos detalles importantes se nos escapan), los sueños no son más que pura inercia descontrolada, y el miedo es exactamente igual al desconocimiento.

Hay una base limpia y clara en todas nuestras experiencias. No se entristece por saber que lo que vivimos ahora no durará para siempre, y que no podrá repetirse, que no somos tan importantes. Hay perfección en la flor marchita, en la puesta del sol, en el anciano enfermo, en las rebajas de enero, en el huracán, en la lotería, en la luna... Hay felicidad en todas las cosas. Tal vez no la reconozcamos porque nos hemos creado una expectativa deformada por el egoísmo, pero siempre ha estado aquí... en nosotros.